martes, 6 de julio de 2010

Edgardo Planeado

Sostuvo esa posición casi toda su vida. Edgardo era una persona testaruda y constante, características que le valieron una vida de tantas posibles aventuras difíciles de meter en una vida. Habría recorrido los siete continentes (o cinco: ya nadie cuenta nada de la misma manera), los mares y océanos mas importante del planeta, escalado montañas y descubierto lagos, ríos, manantiales. También especies de animales. Lo que se les pueda ocurrir, Edgardo lo habría descubierto. Comenzaría a viajar pasados sus 32 años. Hasta entonces se dedicaría a estudiar sendas carreras y cursos para aprovechar al máximo su posterior viaje. Todo estaba calculado: aprendió el dialecto Uxtai para su agendada visita a la tribu Uxrutu; había recibido un posgrado en "Civilizaciones a lo largo del Ecuador" para su visita a las civilizaciones a lo largo del Ecuador; sostuvo estudios en psicología del Himalayense y contacto con la tierra a altas alturas para su viaje a esa tan importante cadena montañosa, etc. y etc... Interesado tanto en lo geográfico como en lo cultural, exploraba en profundidad las culturas de los lugares a visitar, incluidas (y con hincapié) en los aspectos religiosos y espirituales. No incursionaba en nada incierto. Todo estaba fríamente calculado y si bien no fue un gran matemático parecía haber encontrado la curva exacta de la vida, y había podido calcular todo aquello que podría integrar debajo de ella. Jamás a la deriva había mandando a hacer por adelantado los calendarios de los próximos 50 años. Durante su época de estudio, que no sería poca, Edgardo pasaría horas y horas diseñando el viaje que daría comienzo a su vida.

Un día, distraído por una falda rojo coral, olvidó lo más elemental a la hora de cruzar la calle: mirar para ambos lados. Tendido sobre la calzada sonreía. Lo mató la espontaneidad, atributo hasta entonces para él desconocido.

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