En un mundo de gigantes dejamos de lado al pequeño. No fue difícil. En un mundo de gigantes dejamos de escuchar a los débiles. Nadie pareció notarlo. Pero en este mundo de gigantes, en el que vivimos, ya nadie lo es.
Salí a caminar por las calles gigantes rodeado de todo lo grandioso pero ya nada era tan grande. Ese día pude ver más allá del deseo efímero de este mundo de gigantes, pude hasta tocar con las manos ese deseo profundo al que todos escapamos, ese deseo del alma. Las luces de colores ya no eran tan brillantes. Y gigante sólo era la marea de individuos perdidos en un mundo que les habían creado y que ya no se podía sostener. En ese momento me pregunté: ¿Cuándo se enterarán? ¿Estarán esperando que alguien se los diga? Posiblemente. Vivían en un mundo elegido por otros, por magos ficticios con máscaras de gigantes pero tanto más débiles que el resto.
Me senté en una plaza, en un pasto de verde realidad. A mí lado se ubicó un mendigo, o por lo menos eso dirían que era. Sentados en la vereda de enfrente miramos un mundo desvanecerse.
viernes, 10 de octubre de 2008
En un mundo de gigantes
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