Cuando era chico me enseñaron a rezar, bah, me decían que rece. Jamás me enseñaron cómo. Por mucho tiempo padecí este abandono religioso y me encontraba todas las noches ante Dios, solo y desprovisto de herramientas para enfrentarlo. Al ser omnipresente y extremadamente poderoso me sentía el más pequeño e insignificante de los seres de este mundo, que después descubrí en efecto lo soy. Pero ese es otro tema. Acá muchos pensarán "¿A este pibe no le dijeron que Dios es bueno y justo?" y es verdad pero no se puede joder con un poder tan extremo y eterno y, por sobre todo, no se puede joder con un poder que nadie tiene la más pálida idea de cómo funciona.
Mi rezo era el siguiente: un padre nuestro, el rezo del ángel de la guarda y después pedía por la gente que quería y me importaba. Ahí se generaba el gran quilombo, en esa última parte del rezo. Tenía que meter a todos y me moría de miedo si me olvidaba de alguien porque esa persona, y por mi culpa, moriría seguro al otro día. O tal vez no seguro, pero las posibilidades eran altas: Dios no lo estaba cuidando. Así que metía hasta las tías y primas de mi vieja que más no me podían chupar un huevo pero si les pasaba algo mi vieja iba a estar mal. Asique la lista era eterna, más extrema que el poder de Dios y me terminaba yendo a dormir con ataques de ansiedad a las 4 de la mañana. No era algo saludable, tenerle miedo a Dios me estaba consumiendo la vida y todavía ni la había empezado a vivir.
Decidí pues empezar un duelo con Dios, a ver qué tan groso realmente era, qué tan poderoso podía llegar a ser. Mi rezo dejó de ser lo que era, pedía por mis más allegados y el resto que se joda. Dios tenía que tener huevos para matar a 500 personas de un día para otro, además todas conocidas entre ellas, elevaría sospechas y de ser hayado culpable pondría en evidencia su maldad y quedaría expuesto ante todo el mundo. Fueron pasando los días y no pasaba nada, nadie moría y yo me sentía mejor, dormía más tranquilo y menos preocupado. Mi rezo empezó a ser cada vez más corto, nada de padre nuestro, poco del ángel de la guarda y no pedía ni por mis viejos. Todo seguía bien y tranquilo, al tiempo decreté la batalla ganada.
Aún hoy me cuestiono si fue que a Dios le chupaba un huevo todo mi rezo o sí realmente no se animó a entrar en el duelo que le propuse. Sea como sea, hoy duermo tranquilo y rezo cuando me pinta y a mi manera. Igual me gusta pensar que fue una dura batalla y que valió la pena, pocos desenfundan su espada contra Dios y viven para contarlo.
jueves, 25 de octubre de 2007
Now I lay me down to sleep
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1 comentario:
Excelente
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