domingo, 23 de septiembre de 2007

Desarraigo

Él tomó sus bolsos y dejó el cuarto. Atrás dejaba toda una vida, una vida que ya no era suya, que tal vez nunca lo había sido. Sentada en la cama, quedó ella con respuestas. Él salió caminando y jamás miró para atrás, no tenía sentido, la decisión había salido de lo profundo y no había respuestas sino más preguntas. Jamás sintió pertenecer a ese lugar, jamás sintió raíces. Pudo ver cómo había puesto en ella toda la necesidad de ser parte de algo, algo más grande que él, de ser parte de un todo y no de ser un extranjero. No era culpa de ella, no era culpa de él, simplemente era. Se sentó en la parada de autobús y recordó, recordó todo lo que había pasado. Le vino a la mente su familia, la que él sentía perdida, le vino a la mente esa fría noche de junio en la que decidió abandonar su casa y entregarse al mundo, entregarse a lo desconocido. Había llegado a una ciudad desalmada, a un mundo deforme.

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